APORTACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE LA CUENCA DEL RUBAGÓN (PALENCIA).1
por Miguel ClSNEROS CUNCHILLOS
Agustín DÍEZ CASTILLO
Pilar LÓPEZ NORIEGA
III Congreso de Historia de Palencia : Actas. 1995
4 v. ; 24 cm. ISBN 84–8173–033–5
T. I : Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua
657 p. ISBN 84–8173–034–3
Los antecedentes inmediatos de los pobladores de la Edad del Hierro en esta zona hay que buscarlos en la explotación de pastos en la Cordillera Cantábrica, actividad que pronto se complementa con la extracción de los importantes recursos mineros,
según los datos obtenidos en la vertiente septentrional de la Cordillera Cantábrica, donde se conoce una estrecha relación entre las zonas tradicionales de pastos de montaña y la ubicación de megalitos2, siendo los grupos que los erigieron los responsables de la puesta en explotación de las brañas cantábricas.
De este momento cronológico pueden ser las tres agrupaciones tumulares de similares características localizadas en Brañosera -Culazón (fig.2) y La Braña (fíg.l)- y Barruelo de Santullán -Valdepicos (fig.3)-, consistentes en una veintena o treintena de túmulos, con un diámetro medio de unos 3 mts., con orientación al Sur, construidos, aprovechando las laderas, con pequeños cantos de microconglomerados y areniscas del lugar, si bien en algunos se observa una clara voluntad de afinar el acabado,estando éstos recubiertos por una capa de finas lajas.
Las propias características de la construcción de los túmulos, por acumulación de cantos, hacen muy difícil distinguir entre aquellos que se conservan intactos y los que han sido removidos por los furtivos, puesto que la escombrera que produciría la acción de estos últimos se asemejaría al monumento original; hecho este evidente en alguno de los de la agrupación tumular de Valdepicos, cuya remoción reciente ha dejado visible una escombrera similar a los propios túmulos. Estas «actuaciones» han
permitido observar un corte en una de las estructuras en el que se aprecia una capa de cantos de 60 cms. debajo de la cual hay una capa de arcillas de unos 25 cms. en la que se distinguen algunos carbones de pequeño tamaño.
1 Esta comunicación se ha desarrollado dentro del proyecto «Poblamiento y organización territorial de época romana en la Cuenca del Rubagón (Palencia)», autorizado por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León y financiado por el Excmo. Ayuntamiento de Barruelo de Santullán (Palencia). 2 A. Diez, «La distribución espacial de las construcciones megalíticas: el valle de Liébana (Cantabria)», Illuntzar94, 1993, 45-61. |
La ausencia de materiales arqueológicos de superficie en cualquiera de las agrupaciones hace prácticamente imposible su atribución crono-cultural. Para tal fin hemos de acudir a paralelos tipológicos y, ciertamente, su diversidad es enorme, ya que los encontramos desde el Neolítico catalán, en lugares como la Bobilà Madurell3, hasta época al-toimperial romana4 en Álava; sin faltar ejemplos datados en el Bronce Final o en la Edad del Hierro en el Valle del Ebro, entre los que cabe mencionar la necrópolis tumular de los Castellets, cuyo período de utilización sitúan sus excavadores entre el 1.100 y el 500 a.e.5 En el mismo ámbito geográfico son frecuentes las necrópolis protohistóricas de similares características, como por ejemplo la de la Loma de los Brunos y la de Palermo6.
Por consiguiente, los paralelos tipológicos son variadísimos e inciden en un amplio marco cronológico y espacial. No obstante, parece que estamos ante estructuras de carácter funerario, ligadas al rito de incineración, que son comunes en muchas necrópolis protohistóricas peninsulares7. Sin embargo, cualquier extrapolación de esta generalización al caso de las agrupaciones tumulares que nos ocupan, localizadas al Sur de la Cordillera Cantábrica en el Noreste de Palencia8, sería temeraria antes de realizar las oportunas intervenciones arqueológicas en alguna de ellas.
La continuidad histórica del poblamiento de la Cuenca del Rubagón a finales de la Edad del Hierro y en la época romana parece deducirse de la lectura de la bibliografía existente, puesto que de ella se desprende la sensación de que conocemos la estructura social de las gentes que habitaron en torno a la Cordillera Cantábrica, sus poblados, sus costumbres, sus manifestaciones culturales materiales y su historia; incluso también la transformación que todos estos aspectos sufrieron a lo largo del período de dominación romana9. Sin embargo, si se repasan con detenimiento los últimos estados de la cuestión, que afectan a las provincias de Palencia y Cantabria, observamos que la información procede, fundamentalmente, de las fuentes clásicas, la etnografía y la epigrafía y, de forma parcial, de la numismática y la arqueología10.
3 A. Bordas et alii, «Excavacións arqueòlogiques 1991-1992 a la Bobilá Madurell-Mas Duran (Sant Quirce del Vallès, Vallès Occidental)», Tribuna d’Arqueologia 1992-1993, 1994, 31-47. 4 I. Filloy, «Poblado de Carasta (Caicedo, Sopeña)», Arkeoikuska, 1992, 87-9″» y «Poblado de Carasta (Caicedo, Sopeña)», Árkeoikuska, 1993, 75-83. 5 I. Royo, «Los Castellets de Mequinenza (Zaragoza)», Arqueología Aragonesa 1988-1989, Zaragoza, 1991, 127-131. 6 A. Alvarez, «El Bronce Final y el Hierro Inicial en la región aragonesa». Estado actual de la Arqueología en Aragón I, Zaragoza, 1990, 97-131. 7 J. Pereira, «El mundo funerario durante la Protohistoria en la Península Ibérica», Arqueología de la muerte: metodología y perspectivas actuales. Córdoba, 1991, 115-204. 8 M.Cisneros, A.Diez y J.L.Ramírez, «Evolución de los patrones de asentamiento en la comarca de Liébana (Cantabria) desde la Prehistoria hasta la Antigüedad», // Coloquio de Arqueología e Informática, Bilbao, (en prensa) 9 M.Cisneros, A.Diez y J.L.Ramírez, «Bases para el estudio del poblamienlo romano en Cantabria: la comarca de Liébana», Saguntum 28, 1995, 185-196. 10 J.González Echegaray, Los cántabros, Santander, 19862; J.M.Iglesias, «Cántabros» en J.M.Solana (ed.), Las entidades étnicas de la Meseta Norte de Híspania en época prerromana, Valladolid, 1991, 43-57 y J.M.Solana, «Los cántabros: territorio y costumbres», Hispania Antiqua XVI, 1992, 7-54. |
La documentación arqueológica se refiere a ciudades romanas, como Iuliobriga o Flaviobriga, y a asentamientos indígenas, como Celada Marlantes, Monte Bernorio o Monte Cildá11, y a los datos extrapolados, de forma sistemática, de galaicos y
astures en todo lo referido a los poblados y manifestaciones culturales materiales de los antiguos cántabros12.
Esta escasez de trabajos sistemáticos ha derivado en una importante laguna cronológica, que en el Noreste de la actual provincia de Palencia se podría concretar en una serie de dificultades derivadas de distintos factores, como la falta de excavaciones sistemáticas o la parquedad de publicaciones sobre los materiales arqueológicos y la dispersión de éstos en colecciones particulares, cuando no en situación de «paradero desconocido». Aún así, se pueden destacar algunos asentamientos como el de La Peña (Monasterio, Salinas de Pisuerga), con una extensión de unas 2 Ha. y defendido por el Sur, el Norte y el Este mediante farallones de gran altura, mientras que en el Oeste presenta una suave pendiente que determinó su amurallamiento (fig.4). La estructura del conjunto parece corresponder a la de un castro; aunque, es imposible precisar si se trata de un lugar de ocupación continuada o estacional, en este caso vinculado a propósitos defensivos o actividades
agropecuarias13, y si fue ocupado por una organización familiar o suprafamiliar.
11 J. San Valero, Excavaciones arqueológicas en Monte Bernorio (Palencia). Primera campaña. 1943, Madrid, 1944 y Monte Bernorio. Aguilar de Campoo (Palencia), Madrid, 1966; M.A.García Guinea, J.González Echegaray y J.A. San Miguel, Excavaciones en Monte Cildá. Olleros de Pisuerga (Palencia), campaña de 1963-65, Palencia, 1966; M.A. García Guinea y R.Rincón, El asentamiento cántabro de Celada Marlantes (Santander), Santander, 1970; M.A.García Guinea, J.M.Iglesias y P.Caloca, Excavaciones en Monte Cildá. Olleros de Pisuerga (Palencia), Palencia, 1973; J.M.Solana, Flaviobriga, Santander, 1977 y J.M.Iglesias, Iuliobriga, Santander, 1986. 12 12 VV.AA., Cántabros, astures y galaicos, Madrid,1982; J.L.Maya, La cultura material de los castros asturianos, Bellaterra, 1988 y F.Romero y otros. Arqueología vaccea. Estudios sobre el mundo prerromano en la Cuenca Media del Duero, Valladolid, 1993. 13 L.C. San Miguel, «El poblamiemo de la Edad del Hierro al Occidente del Valle Medio del Duero» en F. Romero y otros, op. cit. n. 12, 1993, 35-36. |
Además, el lugar ha sido relacionado con la civitas antiqua que se menciona en el Fuero de Brañosera, relación que se contradice con la tradicional ubicación de la misma en Peña Cildá; esta teoría cuajó a raíz de la asociación Cildá-Ciudad y por
paralelismo con Monte Cildá (Olleros de Pisuerga)14.
En el término municipal de Nestar, en el paraje denominado La Palacia aparecen restos cerámicos de diversas familias, con predominio de formas de almacenamiento y tejas, sin que se aprecie ningún tipo de estructura visible. Algunos autores, basándose en los materiales por ellos recogidos, proponen una cronología romana para este yacimiento15. En el mismo término municipal en el paraje de El Castro se observan restos cerámicos de diversas familias, con predominio de los vidriados. Una
consideración global de los mismos puede apuntar hacia una cronología medieval, sin descartar la atribución prerromana16.
Un aspecto interesante es el estudio de la red viaria romana que atravesaría la zona comunicando la Meseta con el Mar Cantábrico -si bien existen importantes lagunas fuera del eje Pisoraca-Iuliobriga-Costa Cantábrica (Portus Blendium/Portus Victoriae)-. Este eje principal de comunicación Norte-Sur presenta variantes y ramales, según los diferentes autores17. En relación con esta hipótesis se ha localizado al Norte de Brañosera un camino empredado y/o excavado en la roca, cuyo trazado se puede seguir desde las inmediaciones de la localidad hasta el río Rubagón, en sentido descendente, sin que, por el momento, podamos concretar su continuidad (fig.5). En él se han localizado rodadas, cuya distancia entre ejes, es de 146 ctms., medida
que implica la presunta romanidad de los restos18. Este podría ser un ramal de la vía que más el Este pasa por el Collado de Somahoz desde Nestar, que discurriría paralelo a la Cordillera Cantábrica, pasando por Brañosera y buscando al Oeste la
posible vía Clunia-Castrojeriz-Liébana-Mar Cantábrico.
14 J.M.Solana, Los cántabros y la ciudad de Iuliobriga, Santander, 1981, 227 y M.A.Fraile, Historia social y económica de Cantabria (hasta el siglo X), Santander, 1990, 517-518. 15 J.M.Gamarra, «El Alto Valle del Pisuerga en época romana», Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 59, 1988, 272 y P. Sarabia, R. Bohigas y M. García «Aportación a la Carta Arqueológica de Palencia: yacimientos del municipio de Nestar (Palencia)», Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 59, 1988, 235. 16 P. Sarabia, R. Bohigas y M. García, op. cit. n. 15, 1988, 34 y M.A. Fraile, op. cit. n. 14, 1990, 80. 17 J.M.Fonseca,»Las calzadas romanas de acceso a Cantabria», Revista de Arquelogía, 49, 1985, 27; J.M. Iglesias, J.M. Muñiz, Las comunicaciones en la Cantabria Romana, Santander, 1992 y M. Cisneros y P. López Noriega, «Vías romanas o caminos antiguos en el sector central de la Cordillera Cantábrica», XXHl Congreso Nacional de Arqueología, Elche, 1995 (en prensa). 18 P.Sillières, «Ornières el voies romaines», Caesarodunun XVIII, 1983, 42. |
Otro tramo se ha hallado al Sur de Brañosera, en las proximidades de la ermita, cuyas rodadas presentan una anchura entre ejes de 122 cmts.19 Este camino se corresponde con la vía tradicional que comunicaba las localidades de Brañosera y Barruelo de Santullán, donde, también, se ha constatado su presencia pero sin huellas de rodadas. Esta vía ha estado en uso hasta la construcción de la actual carretera, cuyos trazados son en algunos tramos paralelos, como lo son con el río Rubagón. El camino, usado con asiduidad ha sido descrito por algún autor como vía romana20. Dados los considerandos citados, creemos que se puede descartar su carácter romano, en beneficio del tramo situado al Norte de Brañosera, ya que, todos estos tramos no corresponden a una única obra pública.
Otro tramo viario estudiado es el de Mercadillo, donde de forma intermitente se observan restos de un camino empedrado, cuyo trazado se sigue durante varios kilómetros. Parece evidente que este camino tiene relación con la vía, que pasa por el
Collado de Somahoz desde Nestar, del que ya se poseían noticias que lo hacían discurrir paralelo y por el fondo del Valle del Arroyo de la Canal, coincidiendo con el límite interregional de Castilla y León y Cantabria21. Sin embargo, el hallazgo de
tramos empedrados en el Monte Terena llevan a pensar que desde allí iría, a Valberzoso, en sentido descendente, pudiendo seguir un trazado similar al de la actual carretera en sus tramos finales, para luego encaminarse al Collado de Somahoz, atravesando el río Camesa, por Rojadillo.
19 P.Sillières, op. cit. n. 18, 1983, 43. 20 J.M.Fonseca, op. cit. n. 17, 1985, 27. Véase también M.Cisneros y P.Lopez Norie- ga, op. cit. n. 17. 21 A.García y Bellido, «Excavaciones en Iuliobriga y exploraciones Cantabria II relación: campañas de 1953 a 1956», Archivo Español de Arqueología, 29, 1956, 174; J.M.Fonseca, op. cit. n. 17, 1985, 27; J.M.Iglesias y J.A.Muñiz, op. cit. n. 17, 1992, 141; G.Alcalde, La montaña palentina U. La Braña, Palencia, 1994, 231-232 y M.Cisneros y P.López Moriega, op. cit. n.17. |
La necesidad de dar continuidad a la red viaria, cuando se hacía necesario salvar un río, determinó la construcción de obras de ingeniería. En el tramo de vía que nos ocupa, contamos con dos testimonios: el puente de Nestar y el puente de Rojadillo.
El primero, sobre el río Rubagón, aguas abajo de Nestar, por el que discurriría la vía Pisoraca- Iuliobriga-Costa Cantábrica22. El puente en su origen debió ser romano23, pero los restos actuales son de difícil atribución dadas las numerosas refacciones que se observan.
El puente de Rojadillo se sitúa en las proximidades de Salcedillo, sobre el río Camesa. En él se observan distintas remodelaciones, la zona inferior presenta sillares bien escuadrados, la superior está configurada por bloques irregulares que deben de responder a una reconstrucción posterior. Considerado por la bibliografía como romano24, hoy en día las sucesivas reconstrucciones no permiten asegurar con firmeza tal adscripción cronológica a lo conservado.
Estudios sobre los puentes señalan la dificultad de encontrar características de aplicación general que permitan asegurar una cronología romana a este tipo de obras, más aún cuando las sucesivas remodelaciones han enmascarado la fábrica original. De todas formas, el uso de sillares bien escuadrados en la bóveda del arco, la tendencia a hileras horizontales en el aparejo de los tímpanos, la aparición en las boquillas de los arcos de dovelas iguales a los otros sillares25, la buena técnica en la talla de las dovelas y la anchura de la vía, superior a los tres metros26, son algunos de los rasgos que encontramos en estos dos puentes y que en líneas generales se utilizan para adscribir estas obras a época romana.
22 J.M. Iglesias y J.A. Muñiz, op. di. n. 17, 1992, 112. 23 A. García y Bellido y otros, Excavaciones y exploraciones arqueológicas en Cantabria, Anejos del Archivo Español de Arqueología, 4, Madrid, 1970, 44 y A. Sancho, «Palencia Histórico-monumental», Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 36, 1975, 243. 24 J.M. Fonseca, op. cit. n. 17, 1985, 27. y G. Alcalde, op. cit. n. 21, 1994, 235. 25 C. Fernández Casado, Historia del puente en España, Madrid, 1980, s.p. 26 J. Liz, Puentes romanos en el convento jurídico Caesaraugustano, Zarago/a, 1985, 26 y 35. |
En relación con el trazado viario hay que destacar también la existencia del miliario de Menaza -CIL II, 6344- y el topónimo Parapertú, cuya etimología -Petra Portum- alude a la utilización de este paso de montaña en época romana27.
El conocimiento que, en la actualidad, se posee sobre el período que abarca los siglos III-IV -final de la época romana- y IX -cuando el «Fuero de Brañosera» sugiere los inicios de la repoblación palentina-es escaso y se encuentra deficientemente documentado, careciendo de un estudio específico que aclare las diversas cuestiones, que plantea el desarrollo histórico de este sector, durante dicho período. La cuenca del Rubagón fue una de las primeras zonas palentinas en repoblarse a partir del siglo
VIII, con las acciones llevadas a cabo por Alfonso I, con gentes procedentes de Liébana y, quizá también, de las replegadas de la cuenca del Duero, pero es durante el siglo IX cuando estas zonas toman nuevo auge con la repoblación. Sería después de estar poblada Mudá, cuando se iniciaría este fenómeno. Este es, precisamente, el contexto en el que cabe situar la Carta Puebla de Brañosera, uno de los testimonios históricos más importantes con los que contamos. Otorgada por el Conde Munio Nuñez en el año 824 menciona aquellos puntos que delimitan el territorio concedido a esta población -et damus vobis ad populandum illum locum qui dicitur Brania Ossaria-, uno de los cuales es citado con la expresión per illam civitatem antiquam, como si se tratara de una referencia geográfica y urbana muy concreta28. Esta ciudad ha sido asociada con la antigua Vadinia y se encuentra en un lugar indeterminado, pero podría estar en el Valle de Santullán, relacionándose con las excavaciones
«arqueológicas» realizadas en el año 1903, en el término municipal de Barruelo de Santullán, en el paraje denominado Zorita, pero de la que no se tiene constancia más que por referencias acientíficas.
De época medieval se ha documentado en el paraje denominado El Castillo (Monasterio, Salinas de Pisuerga), un asentamiento sobre dos muelas, unidas mediante una serie de terrazas, que presentan en uno de los lados un muro de sillería. En la parte más alta del lugar en una «cata de buscadores de tesoros» se aprecian restos óseos, cerámicos y metálicos. La tradicional atribución de los restos descritos a un monasterio medieval parece coherente con los materiales y estructuras observadas, si bien algunos autores han querido ver en el lugar una obra de carácter militar29.
27 J.M.Iglesias, «Tres monumentos epigráficos cántabros», Zephyrus, XXVI-XXVü, 1976, 414-416. 28 T. Muñiz y Romero, Colección de Fueros Municipales y Cartas Pueblas de los Reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, 1970. 29 M. A.García Guinea, El Arte Románico en Falencia, Falencia, 1975, 315 y R.Bohigas, Los restos arqueológicos altomedievales en Cantabria, Valladolid, 1982, 70. |
Asimismo, se ha documentado una necrópolis al oeste del casco urbano de Nestar (fig.6), asociada a los restos de un edificio religioso. Se trata de una agrupación de tumbas de lajas alineadas en sentido Oeste-Este, que conservan total o parcialmente
los restos de los individuos en ellas inhumados. Este tipo de enterramiento es característico del período comprendido entre los principios del siglo IX y la primera mitad del XII, empezando a decaer su uso en la centuria siguiente. Ahora bien, la
generalización de las cajas trapezoidales y rectangulares tiene lugar entre los siglos XI y XII, fechas más apropiadas para las aquí presentadas30.
Estos datos permiten corroborar y proporcionar, en algunos casos, nuevas noticias sobre restos arqueológicos atribuibles a un período que iría desde el Neolítico-Edad del Bronce hasta la Edad Media, intentando completar algunas de las lagunas
documentales existentes, y ya comentadas, en la Cuenca del Rubagón.
30 J.Andrino, «Formas de enterramientos medievales en los valles del Ebro y del Duero». Arqueología Medieval Española. U Congreso III, Madrid, 1987, 276 y R.Bohigas, op. cit. n.29, 1982, 20. |