Comenzamos la ruta en el refugio de Golobar, donde podemos dejar los coches. Ascendemos hasta el Sestil y descendemos la ladera. Enseguida tendremos esta vista:
Nos dirigiremos hacia Covarrés, circo glaciar plagado de cuevas, minas y sumideros situado en la vertiente norte del pico Valdecebollas. Algunos estudiosos sitúan aquí, el nacimiento del Pisuerga que desaparece en el fondo de la tierra para reaparecer en la Cueva del Cobre.
El perfil, el track y waypoints corresponden a la ruta Golobar – Valdecebollas – Covarrés – Golobar.
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Su origen etimológico está claramente evidenciado en la Carta-puebla de Brañosera, donde aparece nombrado como ‘Cobas Regis’ (las cuevas del rey).
La Carta-puebla de Brañosera (año 824) que, al establecer los límites del término del pueblo, cita nombre de lugares de esa zona:
Ego Monnio Nunniz et uxor mea Argilo, […] damus vobis terminos, id est, ad locum qui dicitur Cotopetroso, et per illum villare, et per illos planos, et per illam civitatem antiquam, et per illum pradum Porquerum et per illas Cobas Regis et per illa Penna robra, et per illa foce via qua discurrent Asturianos et Corneconos, et per illum fixum Petrizum, qui est in valle Verezoso, et per illum cotum medianum.
La tradición oral
Existe una explicación etiológica del nombre de ‘Covarrés’ recogida en la tradición oral que aún perdura en aquellos pueblos, que afirma que dichas cuevas fueron el lugar de refugio de un ‘rey cántabro’ y sus huestes tras una derrota militar. La fidelidad a los hechos de esta explicación trasmitida verbalmente por las generaciones de lugareños es de difícil valoración.
La leyenda de Covarrés, la Cueva del Rey
Alfonso II el Casto fue rey de Asturias durante un largo período, de 791 a 842. Al empezar su reinado hubo de luchar contra otros pretendientes y no dudó en aliarse con los musulmanes para conseguir el trono. En aquellos turbulentos tiempos de reconquista, pero también de luchas intestinas, Mauregato, hijo que el rey había tenido con una cautiva árabe llamada Sisandra, pugnaba también por heredar el trono. La persecución a los otros pretendientes debía incluir al que después sería Alfonso II, por sobrenombre el Casto. Para éste se hizo necesario, huir y buscar refugio lejos del alcance del rey y de sus enemigos.
Este rey es quien se alió más tarde con los franceses y decidió pagar vasallaje al emperador Carlomagno. Nuestro héroe palentino Bernardo del Carpió le achacó su fea conducta y se opuso a ello enérgicamente:
«Dé el rey su oro a los franceses
mas no les dé sus vasallos,
que en mermar las libertades
no tienen los reyes mando».
La consecuencia del enfrentamiento entre el rey y algunos magnates de Castilla será la batalla de Roncesvalles contra las huestes de Carlomagno, con el resultado de la muerte de varios de los caballeros de la Tabla Redonda y del mismo Roland a manos de nuestro Bernardo del Carpio.
Este Alfonso II es el mismo rey que gobierna en 829, cuando el caballero Elpidio descubre dos grutas con imágenes y funda el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo, enfrente del cual está precisamente la tumba de Bernardo del Carpio.
Pero, decíamos que el rey debió en alguna ocasión buscar refugio en las montañas. La leyenda lo sitúa en las más altas montañas palentinas. Seguramente Alfonso se dirigió hacia la Pernía. Pasaría por Peñas Negras y atravesaría el Pisuerga antes de llegar a su nacimiento, la Cueva del Cobre. En el antiguo circo glaciar de Cobarrés manan las primeras fuentes del Pisuerga que luego se filtran en el sumidero del Sel de la Fuente y reaparecen, tras largo recorrido subterráneo, en la famosa cueva del Coble (Fuentecobre). Lo agreste de las montañas le serviría de refugio donde no podrían encontrarlo fácilmente. Así lo dice el romance:
«No lejos de Cobarrés
do el rey Casto se albergara
cuando perseguido huía
de los intrusos monarcas.»
Esa cueva que Alfonso eligiera para refugiarse es una cueva cercana al pico Valdecebollas, llamada ahora Cobarrés, que en los documentos aparece como Cova Regís, ‘cueva del rey’.
La leyenda palentina va unida al apelativo de El Casto. Según esta versión, quien perseguía verdaderamente a Alfonso era la obsesión por el pecado de impureza. Por eso se refugió en esa cueva donde moró por un tiempo, con el propósito de mortificarse y dominar sus instintos. Ciertamente, la escabrosidad de estas montañas y los terribles fríos invernales serían un buen lugar para hacer penitencia.
De todos modos, la realidad histórica nos presenta a un hombre, probablemente impotente, que no llegó a consumar el matrimonio que había contraído con la princesa Berta, de origen francés. Por esta razón se le conocerá con el apelativo de El Casto.